“Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.”
Mateo 5:6
Este pasaje de las bienaventuranzas forma parte del sermón más emblemático de Jesús, el Sermón del Monte, donde Él presenta principios que trascienden las normas humanas y nos desafían a vivir con una perspectiva divina. Aquí, Jesús no solo promete recompensa, sino que también reconoce el valor y la pureza de quienes anhelan una vida justa y acorde con los mandamientos de Dios.
La “hambre y sed” de justicia no representan simplemente un deseo pasajero; son expresiones de una necesidad profunda y esencial, como lo son el alimento y el agua para el cuerpo. Este nivel de anhelo nos habla de personas que desean, con todo su ser, ver la obra de Dios en sus vidas y en el mundo, estableciendo un orden donde el amor, la verdad y la rectitud prevalezcan.
La justicia que menciona Jesús tiene una doble dimensión. En lo personal, implica vivir en rectitud ante Dios, buscando ser conformados a su voluntad. En lo social, nos lleva a defender los derechos de los marginados, luchar contra las injusticias y actuar con bondad hacia los demás. Es un llamado a no conformarnos con un mundo lleno de desigualdad y opresión, sino a trabajar con esperanza, sabiendo que Dios está al control y que su justicia final será perfecta.
Esta promesa de ser “saciados” nos anima a perseverar. Aunque muchas veces el camino puede parecer difícil y las injusticias pueden abrumarnos, Jesús asegura que quienes buscan esta justicia con sinceridad serán recompensados. Esa saciedad es un recordatorio de la plenitud que solo Dios puede ofrecer, y que se manifiesta en pequeñas victorias en este mundo y de manera perfecta en su reino eterno.
Cada vez que enfrentemos adversidades o nos sintamos impotentes ante las injusticias, recordemos esta promesa. No estamos solos en nuestra búsqueda; Dios camina con nosotros, renovando nuestras fuerzas y guiándonos hacia la verdadera paz y justicia.
Por: Francisco Núñez, franciscoeditordigital@gmail.com.