“El Señor es mi luz y mi salvación; ¿a quién temeré? El Señor es la fortaleza de mi vida; ¿de quién tendré miedo?”
Salmos 27:1
Este poderoso versículo es un recordatorio de que, cuando Dios está con nosotros, no hay espacio para el temor ni la incertidumbre. La luz que Él nos ofrece no solo ilumina nuestro camino en momentos de oscuridad, sino que también nos llena de esperanza y fortaleza para enfrentar cualquier adversidad. Cuando el miedo nos asalta o cuando las dificultades parecen insuperables, debemos recordar que nuestra fortaleza no proviene de nuestras propias fuerzas, sino del Señor, quien es nuestro refugio seguro.
La salvación de Dios no solo nos libra del mal, sino que también nos asegura un futuro lleno de propósito y paz. Su presencia constante nos anima a vivir con valentía, sabiendo que Él es quien sostiene nuestras vidas. ¿Cuántas veces hemos permitido que el miedo detenga nuestros pasos? Este versículo nos invita a cambiar el temor por fe, a reemplazar la duda con la certeza de que Dios siempre está obrando a nuestro favor.
Confiar en Dios no significa que nunca enfrentaremos desafíos, pero sí nos asegura que nunca estaremos solos. Su luz disipa las sombras, y Su fortaleza nos da el valor para avanzar con determinación, incluso cuando las circunstancias parecen abrumadoras. Recordemos cada día que, con el Señor como nuestro guía y protector, no hay nada ni nadie que pueda hacernos retroceder.
Por: Francisco Núñez, franciscoeditordigital@gmail.com