sábado 23 de noviembre de 2024 20:06 pm
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Nueva York, “la ciudad que nunca duerme”, es además la región del país donde es más difícil desconectarse al terminar la jornada. En otros estados se trabaja un poco más, pero en NY la situación económica y la presión laboral se complican por los altos costos.

Sin sorpresas, la estresante Nueva York que proclama ser “la ciudad que nunca duerme” es además la región del país donde a la gente le es más difícil desconectarse al terminar la jornada laboral, según un estudio de Pacific Stone.

El sondeo identificó los 10 estados del país que más luchan por relajarse después del trabajo, con Nueva York a la cabeza, seguido de Massachusetts, California, Nueva Jersey y Maryland. Luego Illinois, Florida, Georgia, Connecticut y Virginia.

El estudio calificó a cada estado en un índice basado en el promedio de horas laborales y el tiempo de traslado a casa para quienes van a la oficina. Incluso los modelos de jornada híbrida y remota, que se han vuelto muy comunes desde la pandemia, implican un alto riesgo de trabajar mucho más del horario tradicional.

Se otorgó a cada estado una puntuación según el promedio de horas de trabajo semanales, el tiempo típico de traslado, si el viaje se realiza solo o con familia o amigos, la desigualdad de ingresos de los hogares y el volumen promedio de tráfico. Nueva York arrojó 40.1 horas semanales de trabajo y 33.2 minutos en un traslado como promedio.

Aunque quedaron debajo en la combinación de variables, otros estados reportaron más horas de trabajo que Nueva York: Florida y Georgia (42 horas semanales), Illinois (41.3), Virginia (40.9), Nueva Jersey (40.7) y California (40.2).

En países como Francia y Australia se han establecido o promovido leyes para garantizar el derecho a “desconectarse” del trabajo, dando a los empleados la libertad de no responder mensajes laborales fuera de su horario sin que ello afecte su desempeño o salario, en teoría. En Nueva York hay una iniciativa al respecto (Right to Disconnect bill), pero no se ha concretado.

Desconectarse después del trabajo puede resultar difícil por diversas razones, incluida una gran carga de tareas, un entorno laboral estresante y/o el miedo a perder el empleo. El equilibrio entre la vida personal y laboral también es un factor importante, determinado en parte por los tiempos de desplazamiento y la cantidad de horas de trabajo.

En Nueva York la situación económica y la presión laboral se complican por los altos costos. En febrero un informe de la Universidad Columbia y la organización sin fines de lucro Robin Hood alertó que había 2 millones de pobres en la Ciudad de Nueva York, la mayoría hispanos y niños. Incluso ese mismo estudio calculó en $88,000 dólares el punto de equilibrio para que una familia de cuatro personas sobreviva en NYC, cifra aún por encima del cálculo de Consumer Affairs para el estado Nueva York ($81,396). Así, alrededor del 56% de los neoyorquinos están por debajo o cerca del umbral de pobreza y muchos tienen más de un empleo.

La mitad de las familias en la ciudad de Nueva York carecen de ingresos suficientes para sobrevivir sin ayuda del gobierno, la familia o la comunidad, alertó en marzo pasado un informe de United Way y The Fund for the City of New York (FCNY).

El ingreso familiar medio del país fue de $70,784 dólares en 2021, según datos del Censo. Y a manera ilustrativa lo que en 2018 se podía comprar con $65,000 requirió $80,100 en 2023.

Los altos costos no sólo están afectando a las familias, sino también a los solteros: otro estudio reciente de SmartAsset reveló que NYC es donde se necesita la mayor cantidad de dinero para vivir “cómodamente” como individuo: $66.62 dólares por hora o un salario anual de $138,570.

Nueva York es también una de las seis ciudades de Estados Unidos donde una familia debe ganar más de $300,000 dólares para criar “cómodamente” a dos hijos: $318,406 para ser exactos.

Pero los altos costos no garantizan bienestar en la “capital del mundo”: en otro sondeo reciente apenas 30% de los residentes calificaron positivamente la calidad de vida en NYC y sólo la mitad planea quedarse viviendo aquí durante los próximos años.

Por Andrés Correa

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