Tener las palabras constantemente “en la punta de la lengua” puede ser una señal de deterioro, pero no la más importante.
Adelantarnos a la enfermedad del Alzheimer y otros trastornos neurodegenerativos similares es una de las grandes obsesiones de la ciencia médica. No es para menos: esta enfermedad tiende a aparecer mucho antes de manifestarse de forma perceptible en nuestra conducta y capacidad cognitiva.
Una nueva clave, en el habla. Ahora tenemos una nueva pista en esta dirección. Un equipo de investigadores ha observado que la velocidad a la que nos expresamos oralmente puede ser un marcador temprano del riesgo de padecer la enfermedad de Alzheimer.
En la punta de la lengua. Decimos que estamos en una situación letológica cuando tenemos una palabra en la punta de la lengua, cuando queremos expresar algo pero somos incapaces de recordar término concreto que queremos utilizar. Sabemos que el habla está relacionada con la enfermedad de Alzheimer, ya que es una de las áreas afectadas por su desarrollo.
Sin embargo hasta ahora, el incremento de estas situaciones letológicas era el mejor indicativo con el que contábamos como indicador previo a los síntomas propios de la enfermedad. El nuevo estudio señala que quizás este no sea el único ni el más efectivo.
Haciendo uso de la IA. El estudio se realizó aprovechando la inteligencia artificial (IA) como recurso. El experimento contó con 125 participantes, adultos sanos de entre 18 y 90 años de edad. Se les pidió que describieran verbalmente una escena con detalle.
Después estas grabaciones fueron analizadas a través de una IA. A esta se le pidió que identificara patrones en el habla, como la velocidad al hablar, la duración del espacio entre palabra y palabra y la diversidad del vocabulario empleado.
Interferencia palabra-dibujo. El equipo realizó varia pruebas convencionales con los participantes para estudiar mejor los procesos cognitivos y su relación con el habla y complementar la anterior prueba. También introdujo una prueba a la que denominaron “tarea de interferencia palabra-dibujo”.
Los participantes debían dar el nombre de un objeto que se les estaba mostrando, mientras escuchaban una palabra distinta, lo que hacía más difícil este proceso. Por ejemplo, escucharían la palabra “fregona” mientras observaban, y se les pedía que nombraran, una escoba.
Así el equipo constató que no eran tanto las pausas en el habla sino la velocidad a la que hablaban (sin tener en cuenta estas pausas) lo que mejor se correlacionaba con el buen estado de su salud cerebral, explicaba el equipo responsable del estudio. Estudio que fue publicado a comienzos de año en la revista Aging Neuropsychology and Cognition.
Una vuelta de tuerca. Más recientemente, dos expertas en demencia de la Universidad de Sussex, Claire Lancaster y Alice Stanton, reinterpretaban algunos de los datos clave del estudio en un artículo para The Conversation. En él proponen medidas alternativas para analizar el fenómeno de la “punta de la lengua”.
Medidas como las tareas de fluidez verbal, como las que piden a los participantes enumeren palabras dentro de una categoría (por ejemplo “animales” o “palabras que comiencen con la letra ‘J’”). Estas medidas se asemejarían más a los procesos mentales que empleamos cotidianamente para seleccionar palabras.
Explicaban, además, que estas medidas “objetivas” debían ser combinadas con medidas “subjetivas”, como la dificultad percibida para encontrar palabras adecuadas por parte de los participantes.
Mucho por estudiar. Este no es el único factor a tener en cuenta a la hora de interpretar el trabajo. El estudio fue realizado en una variedad de personas de distintas edades, pero en un momento puntual en el tiempo. Conocer cómo evolucionan las habilidades cognitivas de las personas a lo largo del tiempo requerirá un seguimiento a muy largo plazo que permitiría también saber si un número de participantes acaban desarrollando la enfermedad y en qué medida esto se correlaciona con el resto de medidas.
Pablo Martínez-Juarez