lunes 25 de noviembre de 2024 23:54 pm
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Impacto de la violencia en la salud mental de las mujeres: una problemática urgente

La violencia ejercida contra las mujeres no es un acto aislado; constituye un patrón sistemático que busca dominar y someter a la víctima de manera total. Este fenómeno, marcado por la agresión psicológica, física, sexual y económica, tiene graves repercusiones no solo en la vida diaria de las mujeres, sino también en su salud mental.

Un estudio realizado por el Patronato de Ayuda a Casos de la Mujer Maltratada (PACAM) con 170 mujeres demostró que existe una fuerte correlación entre la violencia psicológica, física y sexual y el trastorno por estrés postraumático (TEPT). Este trastorno, junto con la depresión y la ansiedad, afecta significativamente la autoestima y la capacidad de recuperación de las mujeres. Además, se evidenció que la falta de apoyo social y la ideación suicida están directamente relacionadas con la violencia ejercida por sus parejas. Incluso tras separarse de sus agresores, muchas mujeres siguen enfrentando graves consecuencias psicológicas debido al control continuo y a la violencia vicaria ejercida contra sus hijos o familiares cercanos.

Ideas erróneas que perpetúan la violencia

Uno de los principales obstáculos para erradicar la violencia de género son las distorsiones cognitivas, es decir, las creencias erróneas que justifican, minimizan o normalizan las conductas violentas. Estas ideas suelen promover la subordinación de la mujer al hombre, perpetuando roles de poder desiguales en las relaciones.

En un estudio realizado en la República Dominicana con más de 2,000 participantes, se reveló que tanto hombres como mujeres comparten estas creencias erróneas, aunque son los hombres quienes presentan un mayor grado de distorsiones cognitivas. Estas creencias no solo condicionan la conducta de los agresores, sino también influyen en las víctimas, quienes, al intentar adaptarse a la violencia, pueden llegar a justificar su permanencia en relaciones abusivas.

El impacto de la violencia en los hijos

Los hijos de parejas violentas son víctimas directas e indirectas del abuso. Desde etapas tempranas, incluso desde el vientre materno, los niños experimentan los efectos del entorno violento. En el hogar, que debería ser un espacio seguro, los niños enfrentan incertidumbre, miedo y la constante activación de mecanismos de alerta que afectan su desarrollo emocional y cognitivo.

La exposición continua a la violencia puede provocar trastornos de apego, afectando la capacidad de los hijos para establecer relaciones saludables en el futuro. Algunos replican las conductas violentas aprendidas, mientras que otros logran desarrollar resiliencia y romper el ciclo. Sin embargo, estos casos son excepciones que deben reforzarse con intervenciones adecuadas.

La violencia menos visible: sexual y económica

Dos formas de violencia que suelen pasar desapercibidas son la sexual y la económica. La violencia sexual dentro de una relación implica coerción, intimidación o uso de la fuerza para obtener actos sexuales no consentidos, lo que deja profundas secuelas físicas y emocionales en la víctima. Por otro lado, la violencia económica limita la autonomía de la mujer, imponiendo una dependencia financiera que afecta su autoestima y capacidad para tomar decisiones.

Psicoeducación: una estrategia clave para la prevención

La prevención y atención de la violencia de género requieren un enfoque integral que incluya programas de psicoeducación tanto para las víctimas como para los agresores. Estas iniciativas deben abordar las raíces del problema, como los patrones de comportamiento aprendidos, las creencias erróneas y las dependencias emocionales que perpetúan la violencia.

Asimismo, es fundamental capacitar a los profesionales que trabajan en sistemas de atención y protección, así como promover campañas de sensibilización que desafíen las ideas tradicionales sobre el rol de la mujer y desnormalicen la violencia en todas sus formas.

Un llamado a la acción

La lucha contra la violencia de género no puede limitarse a la atención de casos individuales; debe enfocarse en transformar las estructuras sociales, culturales y educativas que perpetúan el problema. Solo a través de una acción conjunta entre el Estado, las comunidades y las organizaciones sociales se podrá garantizar un futuro en el que las mujeres vivan libres de violencia y discriminación.

Por: Francisco Núñez, franciscoeditordigital@gmail.com

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