jueves 12 de diciembre de 2024 00:35 am
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La revolución de las baterías atómicas: una innovación segura y sostenible

Las baterías atómicas han dado un paso adelante con el desarrollo de una tecnología revolucionaria que promete cambiar la forma en que entendemos la generación y el almacenamiento de energía. Una de estas innovaciones, creada por científicos de la Universidad de Bristol y la Autoridad de Energía Atómica del Reino Unido, utiliza carbono-14, un isótopo radiactivo, encapsulado en un recinto de diamante para generar electricidad. Lo sorprendente es su vida útil: 5.700 años, una cifra que supera cualquier expectativa conocida en el campo de las baterías.

Un avance sin precedentes

Aunque ya existían baterías atómicas, como las que emplean níquel-63, esta nueva propuesta es única. El níquel-63, utilizado en pilas desarrolladas por Betavolt Technology en China, permite una vida útil de hasta 50 años y es apto para alimentar dispositivos como sensores inteligentes, drones, dispositivos médicos y smartphones. Sin embargo, la batería de carbono-14 va más allá. Su impresionante durabilidad y seguridad la posicionan como una opción sostenible para aplicaciones a largo plazo.

¿Cómo funciona el carbono-14?

El carbono-14 es un isótopo radiactivo que se forma en la atmósfera debido a la interacción de los rayos cósmicos con el nitrógeno. La clave de su funcionamiento radica en que, a diferencia del carbono estable, tiene dos neutrones adicionales en su núcleo, lo que lo hace inestable y propenso a emitir radiación lentamente. Este proceso, conocido como descomposición radiactiva, libera partículas cuya energía puede ser convertida en electricidad.

El papel del recinto de diamante es crucial. Este material encapsula el carbono-14 de manera segura, absorbiendo la radiación de corto alcance y transformándola en bajos niveles de electricidad. Gracias a esta estructura, la batería puede operar sin riesgos y con una eficiencia notable durante milenios.

Una energía de larga duración

La vida media del carbono-14, que es de 5.700 años, garantiza que esta batería conservará la mitad de su capacidad inicial incluso después de milenios. Aunque su potencia de salida es baja, del orden de microvatios, resulta ideal para aplicaciones donde la durabilidad y la fiabilidad son esenciales. Entre estas aplicaciones destacan:

Implantes médicos como marcapasos o audífonos.

Sistemas aeroespaciales, como pequeños satélites.

Etiquetas de radiofrecuencia (RFID) utilizadas en diversas industrias.

Una solución sostenible

Además de su impresionante duración, esta tecnología ofrece una ventaja ambiental significativa. El carbono-14 utilizado se extrae de los bloques de grafito que las centrales nucleares emplean como moderadores de reacciones de fisión o como material estructural. Esto convierte a la batería en una herramienta para gestionar residuos radiactivos, contribuyendo así a la sostenibilidad del sector energético.

Retos y futuro

Aunque su capacidad eléctrica es limitada y está destinada principalmente a dispositivos de bajo consumo, esta batería abre un abanico de posibilidades para resolver problemas relacionados con la energía a largo plazo. Su seguridad y sostenibilidad hacen de ella una opción prometedora, tanto para aplicaciones médicas como industriales y aeroespaciales.

En un mundo donde la eficiencia energética y el cuidado ambiental son prioridades, este avance representa un gran paso hacia una energía limpia y duradera. La combinación de innovación y sostenibilidad redefine el futuro de las baterías atómicas, marcando un antes y un después en el uso de la energía radiactiva.

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