El lento proceso de tramitación de licencias ha llevado a muchos vendedores a esquivar la ley: se calcula que más de 2,000 locales en Nueva York son ilegales, frente a las 180 tiendas que sí están reguladas por el Gobierno neoyorquino.
En los últimos años, el cannabis se ha convertido en una de las señas de identidad del Estado de Nueva York, donde la legalización de esta droga llevó a su comercialización masiva y al desarrollo de una política relacionada estrechamente con la reinserción social de grupos desfavorecidos.
Desde marzo de 2021, el consumo de cannabis está permitido para los adultos mayores de 21 años, y por consiguiente tener una tienda también es legal, siempre y cuando se cumplan los requisitos necesarios para obtener una licencia.
Los precios -que siempre incluyen una tarifa no reembolsable de $1,000 dólares- varían según el tipo de licencia (por ejemplo, abrir un dispensario minorista cuesta $7,000 dólares) y la aprobación del permiso lleva más tiempo del que podría parecer.
Una droga vinculada a los grupos desfavorecidos
Antes de su legalización, las personas que más se vieron afectadas por tener o vender marihuana eran negras e hispanas: “(Estas personas) compraban y consumían cannabis tanto como las comunidades blancas, pero no les arrestaban en la misma proporción“, explica a EFE una portavoz de la Oficina de Cannabis del Estado (OCM) que prefiere no dar su nombre.
En este sentido, de los 1,485 arrestos practicados en 2020 por tenencia o venta de cannabis, 898 fueron a personas negras, 467 hispanas, 64 asiáticas, 49 blancas y 7 de otras etnias, según datos oficiales.
Por ello, el gobierno del estado de Nueva York, a través del programa CAURD, otorgó las primeras 463 licencias provisionales de venta al por menor a entidades dirigidas por personas con condenas previas relacionadas con esta droga.
“Una cosa que Nueva York no iba a hacer era iniciar una industria de mil millones de dólares y no tener a estas personas dirigiéndola”, asevera la representante de OCM.
De esta forma, unos años después de haber sido arrestado por posesión de esta droga, el dominicano José Polanco cumplió su sueño y abrió ‘Polanco Brothers’, una tienda de cannabis ubicada frente a Bryant Park, en pleno centro de Manhattan.
“Para la comunidad hispana esta tienda es algo importante, porque demostramos que podemos hacer grandes negocios alejados de la criminalidad”, expresa a EFE uno de los socios, Pedro Antonio, que recibe rodeado de vitrinas repletas de gominolas, cremas, cannabis con sabor a arándano e incluso té.
En contraposición a la antigua tienda de tabaco que ahora reemplaza y que reunía en su interior a las élites neoyorquinas – a ella acudían con frecuencia celebridades como Robert Downey Jr.-, Antonio expresa su deseo de que ‘Polanco Brothers’ se convierta en un local de referencia para las clases populares.
Un negocio que esquiva la legalidad
El lento proceso de tramitación de licencias ha llevado a muchos vendedores a esquivar la ley: se calcula que más de 2,000 locales en el Estado son ilegales, frente a las 180 tiendas que sí están reguladas por el Gobierno neoyorquino.
La dependienta de una pequeña tienda en Manhattan, que no aparece en el catálogo de dispensarios publicado por el gobierno -aunque ella asegura que es plenamente legal-, explica que el local se vio obligado a abrir sin licencia debido a la tardanza al tramitar su permiso.
La mujer menciona el cierre de locales ilegales que desde hace unas semanas tiene lugar en la ciudad, donde la Alcaldía de Nueva York inició el pasado 7 de mayo una operación para acabar con ellos: desde entonces se han cerrado un total de 75.
En un informe reciente, el Gobierno de Nueva York criticó duramente la ineficacia de la Oficina de Cannabis y señaló que, en abril, más de 1,200 personas que solicitaron una licencia en noviembre seguían a la espera de ser examinados.
El cannabis se ha adherido con fuerza a la cultura de la ciudad y ya forma parte del día a día de los neoyorquinos, a los que se les suele ver con un canuto entre los dedos llueve, truene o haga sol, y ya sea de día, de noche o a primera hora de la mañana,
Su consumo está tan extendido que el mismo alcalde de Nueva York, preguntado un día por el persistente olor a basura en los meses de verano, lo negó y dijo: “La primera cosa que huelo ahora mismo es a marihuana. Parece como si todo el mundo se estuviera fumando un porro”, y se echó a reír.
Por EFE