domingo 24 de noviembre de 2024 00:50 am
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Por ELIGIO JÁQUEZ

Todos los minerales que existen sobre la tierra tienen alguna utilidad y algunos, al paso del tiempo, se han tornado indispensables e irremplazables.

Por cualquier razón, algunos minerales han cautivado la afición del mundo y ello ha llevado los precios hasta lo inalcanzable, como es el caso de las joyas que usan el diamante, el platino, el oro y la plata, entre otros; mientras tanto, hay un mineral que no tiene competencia, aunque abunda copiosamente por todos los rincones del mundo y cada ser humano repara en su inmenso valor sólo en el momento en que no lo encuentra. Es el caso del agua. Es indispensable para mitigar la sed de los seres vivos del reino animal y vegetal, para activar la generación de la energía hidráulica, para suministro de agua potable, entre muchos otros usos.

Nuestro país tiene 97 ríos principales, 556 afluentes secundarios y 1,197 afluentes terciarios. Los primeros 97 ríos, con excepciones del Yaque del Norte, Yuna, Nizao, Yaque del Sur y el San Juan, que tienen sus caudales regulados con presas, vierten sus caudales al mar.

En nuestro país hay varios proyectos hidráulicos ya estudiados que pueden traer riquezas a algunas regiones. Es tiempo de retomar esas generosas fuentes que Dios nos proveyó para impulsar la paz social y el crecimiento de nuestro país.

El suministro de agua para los diferentes usos dista mucho de ser ideal. El crecimiento de la población aumenta la demanda del líquido, pero las obras hidráulicas no alcanzan a abastecer la creciente demanda de la población.

Cuando la naturaleza definió el Río Nizao, con caudal de 20 metros cúbicos por segundo y una longitud de 133 kilómetros que recorren de norte a sur las provincias de Ocoa y Peravia, Dios estaba completando la obra que con anterioridad había creado, colocando unas 700,000 tareas planas en la parte sur de Peravia, con una baja pluviometría en la zona que oscila entre 350 y 800 milímetros de lluvia por año, insuficientes para garantizar el éxito de las cosechas. Para ello era indispensable almacenar el agua del río Nizao para irrigar, al menos, una buena parte de la citada llanura.

Cuando en 1968, a pedido del presidente Dr. Joaquín Balaguer, vino al país una misión de la FAO para hacer un estudio de zonificación de cultivos en todo el territorio nacional, la cual determinó que «en la provincia Peravia existía una franja de terreno de casi 700 mil tareas planas de gran potencial para la producción agrícola, rica variabilidad mineral, sol durante nueve meses al año y brisas salinas, que si se proveyera aguas del río Nizao se podría producir un mango que competiría en sabor y calidad con el mejor mango del mundo».

Querría ello decir que si a todos esos atributos naturales se le garantizara agua, podría convertir esta provincia en una fuente inconmensurable de riquezas.

A partir de aquel informe de la FAO, el Dr. Balaguer ordenó la construcción de la Presa de Valdesia, que estuvo lista en 1975, pero algunos ingenieros de buena relación con el Presidente le persuadieron de que el agua retenida en aquella presa debía servir primero a la demanda de agua potable de la Capital y San Cristóbal y el sobrante para la agricultura Banileja.

El Dr. Balaguer lo autorizó y un año después, en 1976, inauguró la represa que desde entonces ha estado enviando sin fallar unos 6.15 metros cúbicos de agua por segundo a la Capital y un metro cúbico a San Cristóbal, equivalentes a unos 60 mil millones de galones de agua cada año, o sea que en los últimos 48 años desde la Presa de Valdesia se han enviado al Distrito Nacional y San Cristóbal aproximadamente 3 trillones de galones de agua que han servido para aplacar las necesidades de los pobladores de esas dos grandes ciudades.

El Gran Santo Domingo tiene varias fuentes de agua adicionales en su vecindad.  Pero resulta que, a unos 100 kilómetros de la Capital, por detrás de Bonao, el río Yuna transita unos 37 metros cúbicos cada segundo y un estudio, que ya tiene décadas de realizado, dispuso que la presa de Alto Yuna, que se construiría a 384 metros sobre el nivel del mar, podría enviar por gravedad 10 metros cúbicos a la Capital y una cantidad similar para cubrir la demanda de agua potable de varias provincias del Cibao Central (La Vega, Espaillat, Hermanas Mirabal y Duarte) y supliría la demanda para ampliar el riego agrícola y acueductos de una parte de la región nordeste del país.

De esta forma, la Presa de Valdesia solo enviaría un metro cúbico de agua a San Cristobal y el resto irá a cubrir la deuda histórica con Peravia para completar la siembra de al menos 300 mil tareas de mangos con fines de exportación que harían de la República Dominicana uno de los mayores productores de mangos del mundo.

El desarrollo del país descansa en gran manera sobre el aprovechamiento racional de los recursos de agua y tierra. Lo cual exige un reconocimiento de los procesos involucrados en la transformación del agua en la naturaleza y en la producción de materia vegetal.

Aún está pendiente el aprovechamiento de los caudales de los ríos Chavón y Soco, para saciar la sed de los habitantes y el suministro de los centros turísticos de la región Este del país. Así como los caudales de la región Atlántica, específicamente los ríos Yásica y Boba, y que sirvan para potenciar el desarrollo del turismo y la agricultura en la Costa Ámbar y de las poblaciones que en la región carecen de seguridad en el suministro de agua potable. También están pendientes las obras hidráulicas que permitan aprovechar al máximo las corrientes de los ríos Bao, Ámina y Guayubín en el Noroeste del país, y la de los ríos Joca y Artibonito, en la región sur del país.

De todo lo anterior se desprende que los potenciadores agroclimáticos son óptimos en el país y que solo falta aprovechar mejor los recursos hídricos disponibles para impulsar la producción agrícola y para convertir los recursos de tierra y agua en verdadera fuente de riqueza para el país.

La instalación de más de 1,300 megas en Manzanillo, la conversión de los liceos en politécnicos en todo el país, la consolidación y ampliación de la infraestructura portuaria y turística, el renacimiento de las zonas francas, la inversión extranjera, la ampliación de las exportaciones, entre otros, son los componentes que dan seguridad a la expectativa de crecimiento del producto bruto nacional y en consecuencia el ingreso percápita que nos anuncia el Fondo Monetario Internacional para los próximos años.

A todo ello le viene como anillo al dedo añadir un plan indetenible de retención de aguas en presas que posibiliten la irrigación de llanuras para impulsar la producción y reforzar el suministro de agua potable y la generación hidroeléctrica en varias regiones del país.

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