sábado 23 de noviembre de 2024 12:20 pm
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El artista argentino, quien murió hace un par de semanas, deja su legado en “El Taller Latino”, institución de arte y educación vigente, fundada hace 45 años como un espacio seguro, en el que comunidades diversas se encuentran, sin juzgamientos, y donde “cada quien puede ser quien es”, libre, y vivir “el sueño Americano” como esa búsqueda de la felicidad.

“Tantas calles, ciudades y cielos tuve que cruzar

Mi familia, mi gente mi pueblo quedaron atrás

Y al llegar a esta tierra buscando mi suerte cambiar

Con dignidad recibí bofetada y castigo, soledad y frío de la gran ciudad”…

… Eso fue lo que sintió Bernardo Palombo en 1969, cuando llegó a Nueva York por primera vez, dejando atrás su natal Mendoza, joya de los Andes orientales argentinos. Como otros miles, que “han cruzado el charco”, y siguen cruzándolo cada día, compartiendo el mismo sentir de las letras de la “Canción del Inmigrante“, escrita por Bernardo, el músico arribó a “la Capital del mundo”, lleno de curiosidad y esperanza.

En su bitácora de viaje, su paso por la gran ciudad, era solamente una parada obligada para poder trabajar y pagar un préstamo que le habían hecho en Argentina. Con apenas 19 años, siendo ya un artista consagrado, sonando en la escena musical de la llamada “Nueva canción Latinoamericana”, gracias a su tema “Vendimiador”, el nieto de uno de los decanos de la Universidad de Mendoza, donde conoció al escritor Julio Cortazar, soñaba convertirse en un intelectual.

París lucía como esa metropoli ideal para ser lo que quería ser… pero apareció Nueva York. Con la gorra de inmigrante bien puesta, trabajó inicialmente como “busboy” en un restaurante en Westchester, y luego se abrió espacio, ganándose la vida cantando. La Gran Manzana lo embrujó. Se enamoró de lo desconocido, cayó rendido ante los ritmos caribeños de dominicanos y puertorriqueños, se embelesó con la magia de las comunidades negras, anglo, indígenas, asiáticas y latinas, todas conviviendo en una misma ciudad. Nueva York lo atrapó y nunca más se fue.

Diez años después, en 1979, el compositor de temas interpretados por grandes como Mercedes Sosa y Victor Heredia, quien además compartió creaciones con exponentes anglo como Philip Glass y Pete Seeger, fundó el conocido Taller Latino Americano (The Latin America Workshop). Según sus propias palabras, el famoso estudio fue concebido como “un espacio seguro” de arte y educación, sin fines de lucro, para unir a latinos de la ciudad con todas las culturas, a través del “lenguaje del arte, la danza y la música”. Y para enseñar el español de Latinoamérica.

Hoy Bernardo ya no está, al menos en cuerpo presente. El pasado 25 de febrero, a los 75 años, un cáncer en etapa avanzada cerró los ojos del creador de El Taller Latino, quien es descrito por esa institución, como un “abierto defensor de la integración de los inmigrantes, artista, alma libre y maestro, cuyo trabajo impactó dramáticamente las vidas de cientos de estudiantes, músicos, cantantes, profesionales y organizadores comunitarios durante más de 45 años en Nueva York”.

El músico, compositor en proyectos para cine y televisión, como la producción “Powaqqatsi”, de Francis Ford Coppola y George Lucas, la película “Americas in Transition” y el programa infantil de PBS, “Sesame Street”, dejó huella en Nueva York. “El genio de largo cabello rizado, barba modesta y sonrisa tímida, se fue, dejando ‘un espacio vacío’ pero también ‘un tizón encendido’” con su obra: “El Taller Latino”, sitio que Julio Cortázar describió como la “embajada de cronopios en Nueva York (de criaturas idealistas, sensibles e ingenuas)”. El legendario músico estadounidense Pete Seeger definió a El Taller Latino como “uno de los únicos lugares en Nueva York donde todas las comunidades se unen”.

Jennifer Pliego, esposa del inmigrante argentino, quien fue reconocido por Columbia University’s Teachers College con el premio “Educador Independiente”, asegura que “crear comunidad” fue siempre la gran meta de Bernardo. Los que lo conocen, usando la belleza del lenguaje, afirman que El Taller Latino es un “sitio mágico” en donde “teniendo como partitura el Español de las Américas, las diferencias nos hacen más grandes, más fuertes, más sensibles, más seres humanos, más amorosos… más nosotros mismos… sencillamente, más felices”.

“Eso era Bernardo y eso es Bernardo. Bernardo es una institución, una institución de creatividad. Él quiso unir siempre a la comunidad en asuntos que para él tenían mucho significado, como la paz, el amor, jugar, tocar música, cantar, conectarse de nuevas maneras, tener más imaginación, enseñar, aprender, compartir. Él siempre fue un espíritu libre”, comenta la mujer con la que el cantaautor compartió días y noches hasta el final.

Una conmovedora mezcla entre tristeza, por la partida de su compañero de vida, y esperanza, ante el compromiso por mantener el legado de Bernardo Palombo, llevan los acordes de sus palabras. Jennifer insiste en que la gran Manzana fue ese nido que Bernardo encontró, sin pensarlo, para construir una gran comunidad y para entender el verdadero valor del “Sueño Americano”.

“Cuando él vino a Nueva York descubrió un mundo fascinante y siempre tuvo claro que los sueños de los inmigrantes son más que esa idea que se vende del Sueño Americano desde lo monetario, que es solo propaganda. Para Bernardo, y es una visión que tiene que ver con su Budismo, el sueño real es buscar la felicidad y no juzgar”, afirma la mujer del fallecido artista.

“A él no le importaba lo que otros hacían. Bernardo creía que si a alguien lo hacía feliz tener unos zapatos caros, debía tenerlos, o si otro era feliz con la paz mundial, pues eso está bien. Bernardo no hacía distinción y no juzgaba a nadie. Siempre decía que estaba para algo, no en contra de algo. Solo estaba contra la violencia y contra la guerra. Y El Taller es eso, un espacio para no ser juzgado ni juzgar a nadie, un sitio para ser uno mismo. Ese es el gran mensaje de Bernardo, ser uno mismo”, dice Jennifer, con mucha seguridad. “El Taller es un espacio para la música, para el arte, para la creatividad, para la ecuanimidad, para la humanidad, para la justicia y vamos a continuar, porque para Bernardo, él no era el Taller, él era solo el conductor. El Taller ha sido y va a seguir siendo“.

Nichiren Nahuel Palombo, el menor de los tres hijos del argentino, asegura que más allá de decir que su padre era “un ser dulce, amoroso, con gran sentido del humor, quien simboliza algo grandioso”, las mejores palabras con las que puede describirlo, son “un ícono”, alguien que buscaba “ser feliz y hacer felices” a los demás.

“Mi papá, al igual que El Taller Latino, siempre acogen y fomentan la creatividad, y algo que mi papá tenía, y mucha gente todavía no entiende en la vida, es el valor del sentido de motivar a la gente. Él demostró que si uno anima a alguien un poco, pueden hacer cosas maravillosas”, comenta el joven. “Mi papá probó que la gente no está limitada en ninguno de los sentidos en que nuestra sociedad nos limita, y El Taller es un recordatorio permanente de que todo mundo puede hacer cualquier cosa que quiera, siempre y cuando estén motivados y sin que haya juzgamientos. La gente solo quiere ser feliz“.

Jennifer Pliego, esposa de Palombo, y su hijo menor, Nichiren Nahuel Palombo. Foto: Edwin Martinez.

El hijo del reconocido maestro de español, quien asegura que si su padre no hubiera dejado Argentina a finales de los 60′, muy seguramente años después, en la dictadura, hubiese corrido el trágico destino de miles de jóvenes que fueron torturados, desaparecidos y asesinados por el régimen militar en el país sudamericano, recalca que Bernardo Palombo vivió como quiso y fue feliz. Insiste en que su vida puede servir de inspiración a otros.

“A los inmigrantes se les vende la propaganda de que el sueño Americano es monetario, y mi papá comprobó que eso no es verdad. Él podía usar unos zapatos de una tienda de 99 centavos, porque eso lo hacía feliz, y no porque fuera tacaño, porque él gastaba dinero en cosas que amaba, como en elementos de arte, que a veces nunca usó, pero eso lo hacía feliz”, dice Nichiren, bromeando con que esa es una de las razones por las que en casa tienen poco espacio. También se declara soñador.

“Hoy la gente sige cruzándose, porque quieren encontrar la felicidad y la paz que no encuentran en sus países, y viendo la vida de mi papá, puedo decir que ojalá el mundo un día sea como El Taller Latino, un espacio que muestra ese sueño hecho realidad. Un sitio donde la gente convive en sin ser juzgados, donde se puede ser uno mismo, donde se puede ser libre, donse se puede ser feliz“, advierte.

Y sobre el futuro de la obra del promotor del “Español de las Américas”, que a algunos les parecía un personaje fascinante, como salido de alguna película de fantasía de Guillermo del Toro, como “El Laberinto del Fauno” o “Pinocho”, el liderazgo de la institución asegura que El Taller seguirá vigente, preservando los principios de su fundador.

Jennifer Pliego, esposa de Palombo, y su hijo menor, Nichiren Nahuel Palombo muestran un cuadro de Bernardo, titulado La familia. Foto: Edwin Martinez

“Bernardo decía siempre ante un proyecto: ‘la seguimos, la seguimos’, sin importar los obstáculos. Y eso nos daba mucho ánimo para seguir trabajando y es lo que vamos a seguir haciendo con la familia de El Taller Latino. Vamos a seguir siendo ese espacio permanente donde se pueda seguir cultivando la cultura. Bernardo decía que cultura viene de cultivo y El Taller fue fundado para cultivar la cultura y es lo que vamos a seguir haciendo”, asegura Alexandra Castaño, directora general de El Taller Latino Americano.

“El sueño de Bernardo era unir a todo el mundo en un mismo lugar. Él decía que siendo Nueva York la Capital del Mundo, qué mejor lugar para hacer eso que Nueva York. Vamos a seguir implementando la metodología de Bernardo en la enseñanza del Español de las Américas, porque al final, su metodología es la combinación de todo lo que se hace en El Taller. El sonido, la repetición, el canto, la música, lo visual, las exposiciones de arte, la literatura, la poesía y el ritmo, todo está ahí”, dice la colombiana, señalando que además de cursos educativos, continuarán los eventos artísticos y los conciertos.

“Vamos a seguir con nuestras clases de español, tanto en línea como presenciales como con las clases de niños. Vamos a seguir haciendo programas en las escuelas, usando las canciones que Bernardo compuso, al igual que con nuestras series de conciertos, seguir con exposiciones de artistas diversos, de diferentes lugares y culturas, y recuperar las clases de inglés para los inmigrantes. Para Bernardo era importante enseñarle a los inmigrantes a sobrevivir en esta ciudad, y el idioma es vital para lograrlo”, agrega la directora de El taller Latino Americano.

Y como una manera de rendirle tributo al llamado “gran pedagogo” latino, la organización comunitaria que Palombo fundó hace 45 años, y que hoy llora su partida pero celebra su obra, resume su sentir en unas tiernas palabras que conmueven corazones:

“Bernardo, el visionario, el artista, el músico, el ser querido, el esposo, el padre, pero ante todo el amigo, ya no está en su misma forma, pero un pedacito de sí sigue vivo en todos los que tuvieron el privilegio de conocerlo: ciudadanos del mundo con ansias de acercarse a la cultura latina, artistas que brillaron bajo las tiernas y acogedoras lucecitas de El Taller… Ahora es nuestra intención continuar con el mensaje al que Bernardo dedicó su vida. La misión de Bernardo es, (en presente indicativo) respetar a todas las personas, a todas las culturas y a nuestro planeta. Aún así, lo vamos a extrañar mucho”.

Datos

Si quieres conocer más sobre los programas educativos y culturales de El Taller Latino, puedes visitar este enlace: https://tallerlatino.org/. Para comunicarte, puedes escribir a: Info@tallerlatino.org

Se espera que a mediados de Mayo próximo, cuando Berbardo Palombo cumpliría 76 años, se realice un memorial en su honor. La fecha exacta será anunciada pronto

Bernardo Palombo nació en Mendoza Argentina en 1948. Llegó a Nueva York en 1969. Fundó El Taller Latino en 1979

8 nietos, tres hijos, su esposa y su hermano, le sobreviven

Por Edwin Martínez

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