miércoles 6 de noviembre de 2024 03:43 am
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Conocemos su existencia desde hace cerca de un siglo, pero es ahora cuando nos estamos dando cuenta de su importancia.

Los transposones son fragmentos de ADN que “saltan” o se transponen de una ubicación a otra, alterando nuestra configuración genética. De ahí reciben su nombre “científico” y el más coloquial: genes saltarines.

Transposones y envejecimiento. Los “genes saltarines” son secuencias de ADN con la capacidad de cambiar su posición. Esto resulta a menudo resulta en problemas ya que pueden interferir en el correcto funcionamiento de otros genes. Hasta ahora los científicos habían vinculado esto con enfermedades como el cáncer, pero hay otro aspecto en el que podrían estar desempeñando un importante rol: el envejecimiento.

Un equipo europeo de investigadores ha indagado en la manera en la que los transposones podrían estar interfiriendo en el funcionamiento de nuestras células. Los transposones tienden a activarse con el paso del tiempo. Cuando lo hacen y comienzan a moverse notablemente, acaban desestabilizando el código genético de la célula, con lo que esta pierde funcionalidad y el envejecimiento ocurre.

Piwi-piARN. Los investigadores analizaron células con tendencia a no envejecer, como las células madre tumorales o las de la llamada “medusa inmortal” (Turritopsis dohrnii). Encontraron de esta manera un proceso con el que algunas células podían “silenciar” a sus transposones, al que denominaron Piwi-piARN.

Alargando la vida del gusano. El equipo puso a prueba este proceso de silenciamiento activándolo en gusanos de laboratorio, concretamente en el Caenorhabditis elegans, un tipo de animal a menudo empleado en estudios sobre la longevidad.

Los investigadores constataron que al reforzar esta vía Piwi-piARN lograban extender la vida del gusano. Y no solo eso, al infrarregular la expresión de varios de estos transposones observaron que, a más genes móviles sileciados, mayor era este incremento en la esperanza de vida.

Los detalles de este estudio han sido publicados recientemente en un artículo en la revista Nature Communications.

Múltiples líneas de investigación. Gracias a este nuevo trabajo ha demostrado una de las posibles vías a través de las que pueda darse esta relación entre edad y deterioro físico de nuestras células. Sin embargo la idea de que los transposones puedan estar vinculados con el envejecimiento ronda la mente de los geneticistas al menos desde la década de los 90.

Los transposones fueron descubiertos hace aproximadamente un siglo por la bióloga estadounidense Barbara McClintock, quien recibiría el Nobel en 1983 por el hallazgo de estos “elementos genéticos móviles”.

Ya en 2015 los autores del estudio comenzaron a especular con esta vía Piwi-piRNA como vínculo entre la edad y el envejecimiento. Hoy por hoy son diversos los laboratorios que trabajan a partir de los transposones en la búsqueda de técnicas con las que ganar la partida al envejecimiento.

El futuro de la lucha contra la edad. Sin embargo el camino que tendría que recorrer un hipotético tratamiento o una posible terapia sería muy largo, por lo que aún tardaremos en ver si este nuevo descubrimiento sirve no solo para ampliar nuestra longevidad sino también para mejorar nuestra calidad de vida en las etapas más tardías. Aun así los responsables del estudio son optimistas.

“En nuestro ensayo sobre longevidad, tan solo infrarregulando [transposones] o somáticamente sobreexpresando elementos de la vía Piwi-piRNA, hemos observado una ventaja significativa en extensión de la vida,” explicaba en una nota de prensa Ádám Sturm, uno de los autores del estudio. “Esto abre la puerta a una miríada de aplicaciones potenciales en el mundo de la medicina y de la biología.”

PABLO MARTÍNEZ-JUAREZ

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